La Melancolía del Despertar
Empecé siendo un cualquiera,
nacido de poesías escritas en barro,
temblando como un recién nacido,
raudas lágrimas por mi cara
entre todos mis sueños y mis deseos,
consumidos por la desesperación…
Murallas de papel,
ilusos y olvidados, permanentemente
ojos llorosos los que miran el cielo lejano.
Sueño que todo termina,
[que todo empieza,
un nuevo anochecer lejos de la soledad temprana,
en una orgía de estrellas y,
como si lo viera por los espejos,
ñoñería de mi pasado espíritu que, sin embargo,
oscurece mi mirada y, más que entristecerla,
sedimenta hasta la última lágrima
[para no volver a llorar más
(…)
Entonces te vi, y, de nuevo,
lloré como si nunca hubiera llorado, y, de nuevo,
empecé a sentir aquello olvidado,
giros inesperados,
ilimitada perfección en belleza barroca de tus movimientos soñados…
Entonces comprendí, de nuevo, que
sólo había cerrado los ojos, y, como si naciese ayer,
timidez por montera, miré a mi almohada,
[y ahí, de nuevo, como siempre,
encontrase yo a ti, preguntándome por mis sueños.
Y yo dije al susurro que había soñado contigo…
igual que siempre que tú, mi vida,
miras a esas estrellas y piensas en estar
junto a mi en esa almohada perdida en el tiempo.
por Alejandro González García
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